Efrain Gonzalez Morfin |
“La Nación tiene una unidad que supera toda división en parcialidades, clases o grupos” ; pero existen parcialidades, clases y grupos y conflictos entre ellos. Y, además, “La Nación tiene un claro destino”.
Hay una definición de Nación, que procede de un tronco común, con manifestaciones ulteriores en corrientes socialistas y no socialistas; una definición, entre otras, formulada por Bawer. Dice que “la nación es comunidad de destino”. Este socialista alemán creo que atina fundamentalmente con un dato esencial de la Nación que luego se puede ir desmenuzando en una serie de componentes de gran importancia. “Comunidad de destino”, sería también para mi gusto, una muy buena definición del solidarismo. Precisamente porque, de hecho, existe una comunidad de destino, por eso estamos obligados en conciencia a una conducta política lúcida que obre de acuerdo con esa comunidad de destino.
El solidarismo es, pues, antes que nada, una constatación de hechos. Y, como es un hecho la comunidad de destino, el ir todos en el mismo barco, aunque muchos se quieran encerrar en el camarote y se olviden de la navegación y del rumbo, como es un hecho el solidarismo, por eso, en segundo lugar, es una obligación de conciencia y puede ser un programa ético y jurídico para partidos políticos.
La unidad de destino, el claro destino común a la Nación no es un destino automático, sino que es el resultado de micro o macro decisiones que se combinan en la vida nacional; es el resultado de acciones y de omisiones, de lo que se hace y de lo que se deja de hacer; es el resultado de la participación en las sociedades intermedias y en las actividades colectivas, y también es el resultado de la falta de participación en esas sociedades.
De manera que el claro destino de una sociedad nacional no hace más que traducir, como resultante de media estadística, lo que en realidad han hecho y dejado de hacer quienes integran la Nación.
Enseguida, todavía el Principio primero, fundamental para la construcción doctrinal del Partido y su coincidencia con lo que se denomina solidarismo, dice: “El interés nacional es preeminente. Todos los intereses parciales derivan de él o en él concurren”. Formula muy pensada por los autores de los Principios de Doctrina, que no eran muy dados a desperdiciar palabras, más bien utilizaban mucho la navaja de rasurar de Okam, que aconsejaba no multiplicar sin necesidad ni los seres ni las palabras.
“Todos los intereses parciales derivan de él (del interés nacional) o en el concurren. Un colectivista aplaudiría con entusiasmo la primera parte de esta frase: “Todos los intereses parciales derivan del interés nacional”. En el fondo, la dignidad y los derechos de la persona son derivaciones o concesiones del ente colectivo. Pero luego se añade: “o en él concurren”- Quiere decir que hay otros intereses que no proceden de la Nación en cuanto ti, pero deben concurrir con el interés nacional.
Esta posición de sentido común traduce, una vez más, la doble vertiente del Partido y de toda organización que quiera corresponder a la naturaleza humana. Por un lado, reconocemos todos los aspectos individuales y personales y, por otro, todos los aspectos sociales y colectivos de la misma persona humana. Estamos penetrados de los social, de tal manera que, como una vez señalaba, propiamente hablando, no existimos solos, coexistimos, no vivimos, y convivimos aunque no lo queramos; ni siquiera pensamos, culturalmente, sino que propiamente co-pensamos, co-padecemos y co-tenemos éxito o co-fracasamos en un intento de tortura del lenguaje español para traducir al mismo tiempo las dos ideas: la presencia de la persona y la solidaridad social de la persona y con otras personas en el ambiente en que viven.
Hay intereses que proceden de la sociedad, indudablemente, como todos aquellos que, en un momento dado, se refieren a la estructura –para poner un ejemplo-, orgánica, política de un país, de acuerdo con su propia Constitución. Todos los derechos y obligaciones que de la Constitución vigente se sigan proceden de esa Nación, políticamente organizada en forma de tal o cual Estado. Pero hay otros intereses que proceden de la persona en sí misma y que deben concurrir, coincidir con los intereses de la Nación.
Es ese el fundamento para poder después decir lo que se señala en los siguientes incisos de Doctrina, por ejemplo, para reconocer los derechos económicos del Estado, según lo requiere el Bien Común. Podríamos decir, en una fórmula jurídica, que aquí se reconocen tanto las relaciones de derecho privado como las relaciones de derecho público. Son relaciones de derecho privado, según una clasificación habitual de diversos autores, aquéllas en las que intervienen particulares en cuanto tales, y de derecho público son las relaciones en las que interviene el Estado en cuanto Estado y no como particular.
Las relaciones entre particulares se rigen por una justicia que podríamos llamar justicia de coordinación. Esta justicia de coordinación se refiere inmediatamente a los bienes particulares de las personas privadas que están tratando entre sí, y tiene como límite el bien común. Hay otra justicia y es la justicia de las relaciones en que interviene el Estado como Estado, como poder público. Aquí se trata ante todo no de un bien particular, sino del Bien Común, y esta justicia tiene como límite la dignidad de los particulares.
De esta manera se puede integrar un orden jurídico que haga justicia al reto difícil de la naturaleza humana, personal y social, al mismo tiempo: justicia de subordinación que busca el Bien Común y se detiene en el límite que señala la dignidad de los particulares (podríamos decir, en lenguaje constitucional, las garantías individuales), y justicia de coordinación, que se refiere a los bienes privados de los particulares, y que tiene como límite el bien común.
De esta manera se va viendo cómo la solidaridad persona-sociedad sí ofrece principios o directivas generales de solución para problemas concretos, aunque, como toda filosofía, es necesaria, pero no es suficiente. La doctrina filosófica, para las personas y las instituciones, para los partidos políticos y para los gobiernos, es necesaria, pero no suficiente; debe completarse con programas bien hechos, con equipos de gobierno integrados adecuadamente.
Y tienen ustedes aquí, muy bien formulada la interdependencia dinámica de sociedad o colectividad y personas individuales dinámica de sociedad o colectividad y personas individuales.
Esta es, en el fondo, la razón de ser de una sociedad abierta, democráticamente estructurada y que tiene conciencia de la importancia de la colectividad.
Se considera, en el caso concreto, que México no puede ser mejor que los mexicanos que lo integran y, a su vez, los mexicanos no están exentos de influjos decisivos, de múltiple índole, que provienen de la colectividad en que viven.
Esta es la fórmula del solidarismo o de la solidaridad entre persona y sociedad: “Los valores humanos ni subsisten ni se perfeccionan si se agota o decae la colectividad”.
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