Efrain Gonzales Morfin |
En México, en general, en todas partes, se está viviendo el drama de la aceptación o del rechazo de este humilde principio. Veamos, en serio, que opinamos: ¿Se puede ser persona, pueden subsistir y progresar los valores personales, si decae la colectividad? ¿es posible ser persona plena, sin preocuparse para nada de la sociedad en que se vive?
Esta pregunta y la respuesta que se dé, tienen que reflejarse en todos los ámbitos de la vida personal y social. Tiene, por ejemplo consecuencias claras para la participación política en un partido, y también para los programas, supongamos, de tributación o de leyes impositivas que van a marcar la manera como el Estado se allega a recursos para realizar sus funciones y cómo distribuye e invierte tales recursos.
Quienes tengan mentalidad individualista –y todavía subsisten personas y subsistirán siempre porque esa es una tendencia de la naturaleza humana, cuando no se equilibra con la tendencia social-, quienes piensen de manera individualista seguirán diciendo, por ejemplo, que la legislación del trabajo es un ejemplo, que la legislación del trabajo es un obstáculo inadmisible contra el libre juego de la economía. Recuerden lo que dijeron varios desplegados de prensa, a propósito de la nueva Ley Federal del Trabajo. La Ley Federal del Trabajo. La Ley Federal del Trabajo, decía algún centro patronal, se inmiscuye indebidamente en mecanismos económicos fundamentales. Algún otro grupo llegó a decir, hace tiempo, que hacía falta mantener un ejercito industrial de reservas, es decir, determinada cantidad de desocupados para que no subieran demasiado los precios de la mano de obra, los sueldos y los salarios. Y todavía en la actualidad, en que se va generalizando la angustia egoísta y el olfato hipócrita de los que huelen desastres, irremediables para nuestra patria, todavía encontrarán personas que, con toda tranquilidad, dicen que, en el momento oportuno, emigrarán con sus capitales fuera de México para que a otros les toque sufrir lo que suceda. Son los casos más vistosos. Pero el problema es que, a nivel de vida diaria, es muy fácil por desgracia actuar sobre el supuesto implícito de que subsisten y progresan los valores personales aunque decaiga la comunidad.
Contra esto, en el aspecto político, ha luchado Acción Nacional desde su fundación y consideramos que la única base sólida para una democracia política y una democracia económica es generalizar al máximo la convicción eficaz que enuncia este principio de doctrina; caer en la cuenta de que ni la colectividad puede vivir, si se niegan los valores personales, ni los valores personales subsisten ni se perfeccionan, si se agota o decae la colectividad.
Creo que este punto pone de manifiesto que la introducción de la terminología solidarista en algunos documentos del partido es un intento de comunicación, es un esfuerzo por acuñar un término fácil para identificar la doctrina; pero no innova radicalmente los contenidos del partido. Desde el principio número uno del 39, tienen ustedes correcta y profundamente formulada la posición de solidaridad persona-sociedad.
“La vida de la Nación, el cumplimiento de su destino, la posibilidad de crear y mantener en ella condiciones espirituales y físicas adecuadas para una convivencia civilizada y noble, son incompatibles con el establecimiento o la conservación de un estado social desordenado e injusto, como lo sería fatalmente el que parte de toda negación de la persona humana o de la proclamación de una necesaria división violenta de la unidad nacional, por la lucha de clases, castas a parcialidades.”
Se vuelve a reiterar, con datos nuevos, la idea fundamente de la unidad de la Nación y cómo esa vida nacional exige el establecimiento y la conservación de un estado social justo. Es importante vincular, desde el primer principio, la política con las exigencias sociales. Propiamente, para el partido la política no es ni puede ser un fin en sí mismo, sino es un instrumento al servicio de metas humanas, sociales, económicas, educativas valiosas, que contribuyan al perfeccionamiento de los seres y de las comunidades humanas.
Es importante esto para entender la razón de la acción política en el partido. No es que el poder por el poder valga la pena. Vale la pena el poder y el partido, como intento organizado para llegar al poder, en la medida en que el poder se pone al servicio de programas socio-económicos, educativos valiosos que afronten problemas humanos en nuestra patria.
De aquí se sigue la ineludible necesidad de mantener la conexión vital entre estas dos exigencias de política y de progreso social, a nivel de principio, de propaganda y de capacitación personal para cumplir con las tareas del partido. Y, en concreto, esta conciencia expresada en los Principios de Doctrina obliga, ante todo, a quienes, como miembros del partido, representen al pueblo en la Cámara de Diputados o en otros puestos de elección popular. Por precaria que sea la participación de Acción Nacional en los puestos públicos, consecuencia del monopolio político, debe darse, de todas maneras, en esos puestos públicos limitados, el testimonio de que Acción Nacional quiere el poder para realizar programas socio-económicos valiosos, y no simplemente el poder para promover intereses personales o de grupos, incompatibles con el Bien Común.
En seguida, se dice en el principio primero que estoy glosando: “Cuanto vigorice la unidad nacional, acendré y fortalezca los valores tradicionales que dan forma y sentido a la Nación, y coordine y jerarquice justamente los intereses parciales en el interés nacional, debe tener el apoyo pleno de la colectividad y de sus órganos. Cuanto conspire a romper esa unidad, a deformar su carácter o a desquiciar esos intereses, ha de ser rechazado y combatido por todos”.
Aquí se propone la idea, de nuevo, de una solidaridad jerarquizada entre las personas y la Nación, entre bienes particulares y Bien Común y, como se va a indicar en otros principios, de acuerdo con una ley de proporcionalidad, es decir, reconociendo aspectos igualitarios de toas las personas (idéntica dignidad humana, idénticos derechos humanos), hay que reconocer también que no todas las personas tienen iguales derechos derivados de los humanos básicos, sino que hay sectores en México que tienen especial exigencia legítima de apoyo por parte de la colectividad para afrontar sus problemas, más graves y más difíciles que los de otros sectores. Con este principio de justicia, ya desde el 39, señalaba el partido la urgencia de dar prioridad, por ejemplo, al problema campesino, como parte de esa integración de intereses en el interés nacional, como parte de una promoción de unidad para bien de todos, con el apoyo pleno de la colectividad y de sus órganos.
Una política no demagógica tiene que respetar y combinar los dos aspectos de la justicia y del derecho: el aspecto igualitario y el aspecto diferenciante. El aspecto igualitario respeta la auténtica dignidad y los derechos humanos de las personas y la situación de aquéllas que realmente tengan, respecto de otras, igual derecho. Pero el aspecto diferenciante, toma en cuenta la necesidad de dar apoyo prioritario y preferente a los sectores nacionales más agobiados por los problemas y que más padecen la injusticia nacional.
Por esto, desde el principio del partido, se presentó con toda naturalidad una serie de iniciativas de ley encaminadas a la reforma de la empresa, la atención preferente del problema del campo, la comunidad social y, años después, la necesidad de la revisión y reforma del Seguro Social para mejorar sus criterios y sus prácticas de servicio, sanear sus bases financieras y ampliar sus alcances respecto de personas y de necesidades y problemas atendidos por el Seguro.
En el fondo, ustedes comprenden que, si se proponen mecanismos de distribución y de redistribución de la riqueza, se están utilizando criterios de igualdad y criterios de diferencia, aspectos igualitarios y aspectos de apoyo preferente minoritario a sectores sociales especialmente necesitados.
Esto es consecuencia lógica de la posición solidaria: para ser titular de apoyo social, basta con ser persona humana y miembro de una sociedad. Cuando, además de esto, se empiezan a exigir otros requerimientos, se incurre con facilidad en posiciones discriminatorias.
Creo que en México, sobre todo a nivel constitucional, no ha faltado esta doble inspiración de igualdad y de preferencias a los que más necesitan, con un criterio de sana diferenciación. Lo que nos ha faltado, entre otras cosas, es el instrumento político servicial y la participación de los ciudadanos en las sociedades intermedias socio-económicas, para practicar esas metas valiosas.
Con esto ven ustedes una fisonomía propia del partido, en su Doctrina; una fisonomía que luego se refleja en los programas, en las iniciativas de Ley y en la actividad. Creo que esta posición doctrinal básica, de índole filosófica, de filosofía social, tiene especial importancia siempre en la vida del partido y sobre todo en los momento actuales, en los que se exagera la capacidad del cultivo del conflicto para resolver los problemas sociales y, sobre todo, se habla de conflictos encaminados al exterminio del contrincante y no sujetos a criterios de justicia, equidad y Bien Común. La promoción del odio, en cuanto tal, el ahondamiento de las divisiones en los grupos, la crítica simplona, irreflexiva, llena de amargura y de despecho, muchas veces, no hacen más que traducir la inactividad y la falta de participación.
Por eso, algo ha contribuido Acción Nacional, con su insistencia en estos puntos de vista, a romper el círculo vicioso del subdesarrollo político, círculo vicioso que se parece mucho al que los economistas mencionan hablando de los países económicamente subdesarrollados. Se dice, por ejemplo, que multitud de cambios políticos no son posibles en México porque la gente no participa, y no participa porque la gente ve que no tiene sentido la participación al descubrir que no son posibles los cambios en la política. La única manera de romper el círculo vicioso, en sentido positivo, constructivo y no simplemente de catástrofe o de guerra civil, de guerra fratricida en México, una vez más, es la práctica cotidiana de la actividad política encaminada al cambio de conciencias, a la participación y al logro comprobable de metas políticas valiosas que van demostrando que sí se puede lograr algo de México, en la medida en que se cambien las conciencias y participen las personas. No se trata, lo he repetido mucho en Acción Nacional, de recetas mágicas, sino de una ardua tarea que ni siquiera corresponde totalmente a Acción Nacional. Acción Nacional es un esfuerzo entre otros muchos que deberían existir.
Una vez más conviene repetir que Acción Nacional, no tiene por qué sudar las calenturas que los demás se nieguen a sudar. No es el único instrumento encargado de defender los bastiones, los valores que los más interesados se niegan a defender. No somos más que un partido político, derivados de la propia naturaleza de partido y de la legislación correspondientes y, aparte, con los tremendos límites que a esto añade la realidad antidemocrática del país en que vivimos.
De acuerdo con esto, se trata de hacer algo positivo, y normalmente se hace algo más de lo que se cree muchas veces. Pero señalamos, con toda franqueza, que una de las exigencias de la posición solidarista que defendemos es precisamente la necesidad de una buena distribución de trabajo social para que también empresas, y sindicatos, y órganos de difusión y centros de estudio cumplan con las funciones que les corresponde, sin querer que, ahora un partido y mañana una universidad, sea quienes deban cargar con las omisiones y las deserciones de todos, y hacer de un país, en donde muchos no se deciden a actuar, algo maravilloso, lleno de ventajas y beneficios para todos, sin que haya participado mayoritariamente la población.
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