Efrain Gonzales Morfin |
Discurso pronunciado en la VIII Asamblea Nacional del PAN, México, DF, 8 de febrero de 1975
El señalamiento y la conciencia del fin en la conducta humana tienen una importancia decisiva, ya que sin el impulso de la finalidad la acción carece de rumbo y de energía. En la persona individual y en las organizaciones humanas, la conciencia del fin es elemento esencial de la propia identidad. Saber de dónde venimos, hacia dónde vamos y cuál es el camino, es condición indispensable para poder contestar quiénes somos. Si da lo mismo partir de cualquier punto y caminar a donde sea, es también indiferente ser de ésta o de aquella manera, ser congruentes, contradictorios o desorientados. Por esto las personas y las instituciones exigen una constante entrevista consigo mismas, para mantener intacta la fuente de orientación y de eficacia.
El partido político
El partido político tiene determinadas características por el fin que busca y los medios que utiliza para lograrlo. En circunstancias democráticas, el partido político es agrupación imprescindible de una parte del pueblo para realizar desde el poder, con el apoyo mayoritario de los electores, una concepción determinada del bien común. Intento organizado de llegar al poder, el partido es también programa para ejercitar el poder e inspiración de la conducta en el desempeño de los puestos públicos. En circunstancias democráticas, se puede dar por supuesta la vigencia de los requisitos fundamentales del orden democrático: conciencia política en un número determinante de personas, encuadramiento organizativo de las mismas de acuerdo con sus convicciones políticas, participación habitual en las decisiones relacionadas con la integración y vigilancia de la autoridad, y respeto, por parte del gobierno, a la expresión de la voluntad popular en elecciones libres. En tales circunstancias, tienen los partidos oportunidad de seleccionar los mejores candidatos y elaborar los programas más adecuados sin tener qué preocuparse de defender los rudimentos de la democracia. De todas maneras, aun en circunstancias ideales, hay que mantener la conciencia del fin y subordinar a su realización todos los aspectos del pensamiento y de la actividad. Sólo en función del tipo de sociedad que se quiera construir, del modelo de relaciones humanas que se desee establecer, se pueden diseñar los elementos de la doctrina y de los programas y tomar las decisiones convenientes. Si se olvida el fin, da lo mismo cualquier doctrina o cualquier programa, y los funcionarios y candidatos del partido pueden proceder de donde sea y tender hacia donde se les antoje. La conciencia del fin no es solamente exigencia básica de organización y de solución de problemas, sino, ante todo, criterio permanente de moralidad y de respeto al derecho.
Unanimidad cordial
Lo anterior tiene especial aplicación en el caso de Acción Nacional, porque el partido vive y actúa en circunstancias antidemocráticas, que debilitan y atacan con perseverancia desalentadora la voluntad de obtener el fin propio de nuestra organización. Si con posibilidades reales de acceso al poder en la medida determinada por los electores, hay problemas difíciles en cualquier partido democrático, se multiplican los aspectos negativos en la lucha de Acción Nacional, que no tiene derecho todavía de dar por supuesto el conjunto de los rudimentos de la democracia en México. De allí la urgencia de fundamentar la unanimidad cordial de los miembros del partido en la conciencia del mismo fin. De allí la necesidad de mantener viva la esperanza en contra del asedio incesante del absurdo y la desesperación. Sin la claridad en la conciencia del fin del partido y sin la adhesión sincera a la razón de ser de nuestra organización, añadimos nuestro propio esfuerzo de autodestrucción al que ya hacen nuestros adversarios.
Como partido político, Acción Nacional representa una oportunidad de acción democrática para muchos compatriotas mexicanos. Para otros, por el contrario, significa el partido una amenaza en el disfrute insolente e impune del monopolio político, y, por consiguiente, un motivo para reforzar las estructuras de dominio antidemocrático. Sería sorprendente que los detentadores del monopolio político cedieran espontáneamente a la presión popular y abandonaran sin resistencia los puestos de gobierno. Lo que pasa es lo que era de esperarse, de acuerdo con una concepción realista de la naturaleza humana y de la historia social. La situación de México no rompe las expectativas fundadas en la experiencia de la vida de muchos hombres y de muchos pueblos. Simplemente debe obligarnos a confirmar la razón de ser del partido en la creciente maduración de los problemas nacionales, que nos van acercando con ritmo inexorable a un desenlace, que ojalá sea también solución.
Insatisfacción y crítica
En una breve descripción de los principales aspectos del partido que convergen en la estima del fin de nuestra organización, podemos comenzar con una actitud básica de conciencia y de actividad: la insatisfacción y la crítica del presente, que se traduce en la propuesta de una concepción nueva de la sociedad en que vivimos. En el origen psicológico y ético de la acción del partido, tiene que encontrarse la insatisfacción motivada por la realidad actual, que impulsa hacia la búsqueda de las causas de las injusticias y de los aspectos negativos. La pregunta acerca de por qué a alguien no le gusta la situación de su propio país o del mundo no es banal; permite, por el contrario, distinguir los motivos egoístas de insatisfacción, que utilizan los temas sociales como disfraz de respetabilidad y de prestigio, y la insatisfacción por las situaciones indebidas que padecen muchos millones de seres humanos. En el primer caso, la insatisfacción subjetiva desligada de las injusticias que padecen los demás, busca simplemente la superación de problemas personales a expensas de la solución verdadera de los problemas. Basta, por ejemplo, con adherirse a los movimientos de moda para rescatar un yo que carece de autoestima y anda a la deriva en la vida personal. Si tales o cuales movimientos o posiciones resuelven o no de hecho los problemas reales de las personas y de los grupos en concreto, es algo que no tiene importancia para la mentalidad subjetivista, que utiliza lo social como pretexto. Por el contrario, la insatisfacción producida por la realidad social en sí conduce a una decisión de servicialidad abnegada por parte de los insatisfechos. En este caso, lo que importa no es quedar bien, sino atinar con la fórmula eficaz de solución de los problemas de la sociedad. No se trata de compartir denominaciones vanidosas ni de aparecer como parte de una pretendida vanguardia, sino de conocer los problemas y tratar de resolverlos, aunque esto implique el sacrificio de la popularidad superficial.
Opción nítida
Para Acción Nacional, la opción frente a estas actitudes ha sido nítida y determinante: hemos optado por la solución de los problemas objetivos, a sabiendas de que el partido tendría que afrontar constantemente las incomprensiones y las críticas de los que rechazan la necesidad y el rango moral de la política. Si se tratara de manipular y engañar al pueblo, abandonado y desorientado muchas veces por dirigentes irresponsables, la línea política del partido hubiera sido totalmente distinta. Se podrían improvisar atajos de mentiras y cortos circuitos de trampa y violencia, para evitar ciertas críticas en contra de nuestra organización. A pesar de todo, Acción Nacional ha optado por la búsqueda de soluciones objetivas a los problemas de México. Por eso no parecería ofrecer muchas perspectivas a quienes busquen pretextos políticos para acariciar subjetividades problemáticas. La búsqueda de soluciones objetivas ha exigido en Acción Nacional dos elementos fundamentales: doctrina y programas.
Doctrina esencial
Sin doctrina, carece de base profunda la insatisfacción frente a la situación de México y la crítica que podamos hacer de la misma. ¿En nombre de qué concepción de la naturaleza y del destino humano, personal y social, se critica el presente y se programa el futuro? Si no hay valores ni criterios positivos acerca de los derechos y de los deberes humanos, de la justicia y de la cooperación social, de la autoridad y de la ciudadanía, las críticas son intrascendentes y la insatisfacción no se sostiene sobre bases firmes. A diferencia de diversos tipos de organizaciones políticas personalistas u oportunistas, Acción Nacional ha basado su organización y su actividad en una doctrina, integrada por principios permanentes. De acuerdo con esas afirmaciones fundamentales, una idea determinada de persona humana, sociedad, economía, estado, educación, trabajo, orden y otras realidades, establece la trama orientadora del partido, respecto de los problemas concretos. Estos reclaman estudio detallado y soluciones concretas, que apliquen los principios a las circunstancias cambiantes de las situaciones históricas. Por sí sola, la doctrina no basta. Es necesaria, pero no suficiente para dar contenido y orientación a la actividad política. La doctrina tiende por sí misma a la realización concreta, pero no la alcanza sin estudio profundo de las realidades en el tiempo y el espacio. Por su parte, las propuestas de solución de los problemas deben respetar los criterios y valores fundamentales de la doctrina y ofrecerle oportunidades de realización histórica.
Situaciones concretas
Para todos los partidos es peligrosa la insistencia exclusiva en los aspectos doctrinales, sin conocimiento de las situaciones concretas. Por lo demás, sería igualmente destructiva la propuesta de soluciones sin valores éticos. Este elemento del dinamismo de Acción Nacional sigue siendo un reto en el momento presente. Urge el estudio de los problemas concretos, que permita proponer soluciones detalladas a los mismos. Sólo de esa manera se podría justificar la pretensión de llegar al poder político. Sólo demostrando con programas detallados la capacidad de afrontar las situaciones históricas se justifica la exigencia de compartir democráticamente los puestos de gobierno. Lo que es exigencia del partido como institución debe traducirse en decisión personal enérgica. Quien piense legítimamente en buscar el poder por caminos democráticos, tiene la grave obligación de decir a los demás para qué quiere el poder y qué haría con la facultades que éste le pondría en las manos; cómo entiende los problemas de México y qué solución concreta les podría dar. En la dura realidad política, aventaja a los demás quien es capaz de concretizar análisis de problemas y propuestas de solución, sin evadirse hacia la afirmación de principios generales abstractos, por respetables que éstos sean. Como se ve, esta exigencia debe traducirse en la práctica en una dedicación colectiva y personal al conocimiento concreto de las situaciones nacionales y a la búsqueda de soluciones detalladas. Para mencionar unos cuantos casos de problemas concretos, podría mencionarse la necesidad de proponer formas concretas de ocupación para la población rural excedente; la urgencia de definir posiciones prácticas frente a las oportunidades de distribuir la tierra agrícola a todos los campesinos; la conveniencia de encontrar planes viables de ocupación para todos los jóvenes mexicanos que cada año se presentan al mercado de trabajo. Frente a estos y otros muchos problemas semejantes, la doctrina simplemente refuerza la obligación de encontrar soluciones concretas.
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