Rafael Preciado Hernandez |
El panista jalisciense don Alfonso Díaz Morales narra que tuvo mayor trato con Rafael Preciado Hernández en la campaña presidencial de 1964, cuando el candidato panista era José González Torres (1919-1998). Don Alfonso fue el secretario de este candidato y anduvo con él durante toda la campaña. Preciado Hernández era un orador importante en dicha campaña. Don Alfonso, precisando que ese tribuno no acostumbraba las pláticas de café, lo recuerda por su trato ameno. Le maravillaba su erudición, que manejaba con sencillez. En esa campaña el PAN tuvo por primera vez reporteros de primera de los principales diarios. Don Alfonso recalca que Preciado Hernández, cuando hablaba en los mítines, dejaba boquiabiertos a esos reporteros.23 En el entierro de Efraín González Luna, en 1964, uno de los que tomaron la palabra fue Rafael Preciado Hernández.
Preciado Hernández una vez más fue candidato a diputado en 1967 por el segundo distrito de la capital del país. Visitó 400 familias en cuyos hogares se hicieron reuniones con invitados de cada una de esas familias. Al defender su caso, impugnando el fraude ante el Colegio Electoral, recalcó que no era de las gentes que sabían mentir. Por la vía de los diputados de partido fue uno de los 19 panistas que accedieron a la XLVII Legislatura (1967-1970). En 1967 pronunció un gran número de discursos en la Cámara de Diputados en los que trató tanto sobre el proceso electoral como sobre la educación. En la Cámara se pronunció contra el totalitarismo. Destacó que en su partido se tenía fe en la auténtica democracia, no en la amañada. Y aceptó que habría que construirla de abajo hacia arriba y no al revés. Explicó qué entendía por democracia: ésta tenía que ver tanto con la técnica electoral como con la doctrina a la que debía servir esa técnica. Defendió el respeto a los derechos humanos, la necesidad del bien común, el trabajo por crear condiciones sociales organizadas que facilitaran a todos la realización del destino material y espiritual de los hombres. Enfatizó que la democracia económica y la democracia política se implicaban, pero que no podía haber democracia política sin la autenticidad de la representación del pueblo, sin el sufragio efectivo. Impugnó los medios antidemocráticos de coacción del voto. Pidió cambios a la ley electoral para que hubiera debates de altura, y no propaganda de insultos. Discutió la iniciativa de ley sobre las características y uso de los símbolos patrios, bandera, escudo e himno nacionales. Salió en defensa del proyecto de ley que demandaba impedir a los partidos políticos utilizar los colores de la bandera nacional en su propaganda. En el tema de las reformas propuestas a la Ley de Amparo, impugnó el sobreseimiento y la caducidad de la instancia por algo que indebidamente se calificaba de inactividad procesal. En el periodo de sesiones de 1968 Preciado Hernández presentó por parte del PAN tres iniciativas: incorporar a la Ley de Amparo el sistema de presentación de proyectos de sentencias por las partes, que autorizaba el Código Federal de Procedimientos Civiles; reglamentar los artículos constitucionales 8 y 35, fracción v, en relación con el derecho de petición; reformar y adicionar la Ley Electoral Federal con miras a garantizar el voto público. También propuso que la Cámara de Diputados pidiera a la Suprema Corte de Justicia una averiguación respecto a las elecciones locales de Baja California, en conformidad con el artículo 97 constitucional. Dos semanas antes de los acontecimientos del 2 de octubre Rafael Preciado, desde la tribuna, exigió la inmediata salida del ejército de la UNAM porque su presencia violaba la autonomía universitaria. Demandó también que la Cámara de Diputados citara al Secretario de Gobernación, al Jefe del Departamento del Distrito Federal y a los Procuradores General y del Distrito Federal, para que explicaran y rindieran un informe en relación con el conflicto de los estudiantes con el Gobierno. Defendió la autonomía universitaria ante la represión del movimiento estudiantil en 1968. El panismo, entre frases importantes de sus dirigentes, ha destacado la siguiente de Preciado Hernández: «Porque la autoridad es derecho de los gobernantes y deber de obediencia de los gobernados, sólo puede fundarse en principios éticos, en sus principios que la inteligencia ha descubierto y fincado en la naturaleza racional, libre y sociable del ser humano».
El 19 de abril de 1972 falleció en la ciudad de México Manuel Gómez Morin. Rafael Preciado Hernández, en las exequias del fundador del PAN, señaló que la vocación docente de Gómez Morin lo llevó a considerar la necesidad de enseñar derecho público a todos los mexicanos en cualquier lugar: en las calles, en las plazas, en los jardines. Su visión fue la de organizarlos de modo permanente a un ideario político nacional y darles los elementos para hacer valer sus convicciones cívicas en orden al bien común. Destacó que Gómez Morin se había entregado a la noble tarea de unir a todos los mexicanos de los distintos rumbos de México, que antes se desconocían a pesar de coincidir en los mismos ideales patrióticos, y los hizo dialogar, confrontar ideas y buscar soluciones a los problemas de México.
Cuando en 1979 Carlos Castillo expuso la plataforma para el siguiente trienio, la frase que decía «la historia ha demostrado que todos los capitalismos son injustos por sí mismos» suscitó el rechazo de Juan Landerreche, Jesús González Schmall y de Rafael Preciado Hernández, los cuales aducían que sólo eran condenables el capitalismo liberal y el capitalismo de Estado. Debido a eso, dicha plataforma tuvo que modificar la primera formulación.
En 1980, en reunión del Consejo Nacional, se aprobó que el PAN estableciera relaciones de intercambio de experiencias con partidos ideológicamente afines en el mundo y se le hizo un homenaje a Rafael Preciado Hernández. Como se puede apreciar en la bibliografía, este dirigente panista fue también un intelectual que produjo una gran cantidad de libros y ensayos filosóficos y políticos. Murió el 7 de marzo de 1991 en la Ciudad de México, a la edad de 83 años.
Rafael Preciado Hernández en su juventud estuvo expuesto a varias tendencias que formaron su pensamiento. Se ha dicho de él que abrevó del «iusnaturalismo cristiano de la más pura cepa neotomista». Como varios de los fundadores del PAN, recibió cierta influencia de Charles Maurras (1868-1952) sobre el nacionalismo integral. Esa figura era muy controvertida pues, aunque defendía el catolicismo, había sido condenado por la Iglesia. Además, Maurras era un hombre de extrema derecha y profesaba un profundo antisemitismo. Preciado Hernández sintió atracción hacia figuras fascistas de la península ibérica. Así, en los años cuarenta, cuando habló de la necesidad de la organización cívica del pueblo, se remitió al ejemplo del dictador portugués Oliveira Salazar. Preciado Hernández, al inicio de la década de los cuarenta, cayó en la confusión de ver en gobernantes católicos a gobernantes ejemplares. Sin embargo, el filósofo católico Maritain en 1938 ya había condenado las atrocidades de los franquistas y, en México, González Luna no avalaba los regímenes fascistas ibéricos.
Los integrismos totalitarios fueron contrarrestados en el ánimo de Preciado Hernández precisamente por las enseñanzas de Jacques Maritain (1882-1973), un personalista y comunitario que estuvo en contra de la sociedad de masas. Maritain afirmaba que la democracia estaba ligada al cristianismo, defendía la conciliación entre cristianismo y democracia, además de que, por su sed de justicia, combatía las debilidades de la democracia liberal individualista; también llamaba a realizar en la vida temporal la ley del amor fraternal y la dignidad espiritual de la persona humana, lo cual veía como el alma de la democracia. Rafael Preciado, en los años cuarenta, analizaba los principios éticos, el derecho natural y la distinción entre poder y autoridad. Hacía ver cómo San Agustín y Santo Tomás estaban en lo cierto al afirmar que el recto y debido ordenamiento de la sociedad y del Estado era la mayor realización cultural del espíritu humano; apelando a Maritain, defendía la necesidad de una auténtica reforma política que hiciera posible la instauración efectiva de la democracia existencial, la comunión real entre gobernantes y gobernados y la implantación de un orden social justo, humano y abundante para bien de todos los mexicanos.
En una conferencia que Preciado Hernández dio en el Frontón México, el 19 de junio de 1941, se quejó de que la política en México se había reducido a mera pugna de intereses personalistas. Criticó la práctica de cierta gente que había confundido la política con la habilidad que se requería para conseguir llegar a los puestos públicos de dirección y mantenerse en ellos viviendo, casi indefinidamente, prendida a los presupuestos. Consideraba que esa habilidad –mezcla de incapacidad, falta de escrúpulos, de los resentidos, de ambiciones bastardas y de envidia– no podía llevar el nombre de política, pues la política era una disciplina práctica como la moral y el derecho. Enfatizaba que no se podía prescindir de los principios. La política implicaba la tarea colectiva de todo un pueblo hacia la realización del bien común. Todo gobierno debía encauzar a su pueblo e instituciones para eso. Se quejaba de que el principio constitucional de que el pueblo eligiera a su gobierno no se había cumplido hasta entonces. Preciado Hernández planteaba que el bien común era una especie de bien general –un criterio racional de la conducta que se refería a la sociedad como la unidad que respondía a una dimensión social de la naturaleza humana, a lo común, al acervo acumulado de valores humanos por una sociedad determinada– para que el mismo bien fuera distribuido y condicionara el desarrollo y perfeccionamiento de los hombres. Los hombres solos o aislados no eran acreedores a ese bien, y sólo lo obtenían al momento de su integración en la comunidad estatal. Recalcaba que no se trataba de bienes individuales, sino de un conjunto de valores que se realizaban en la actividad estatal.
Pronto se consolidó como un pensador del derecho. Rodolfo Vázquez ha escrito que la filosofía del derecho en México, a partir de mediados de los cuarenta giraba «en torno a cuatro figuras, dos de ellas originales y reconocidas internacionalmente (…), Luis Recasens Siches y (…) Eduardo García Máynez; y las otras dos, brillantes y más locales, Guillermo Héctor Rodríguez y Rafael Preciado Hernández». Preciado Hernández fue defensor del derecho auténtico, del derecho justo, y propugnó la instauración de un estado representativo. Tenía la capacidad de grandes abstracciones y de aterrizajes en la realidad mexicana. No obstante, ha habido estudiosos del derecho que han comentado que, al tener Preciado Hernández una visión esencialista, corría el peligro de la historicidad. Francisco José Paoli calificó a Preciado Hernández como un hombre que ideológica y políticamente se movía en el centro-derecha. Preciado Hernández siempre fue un maestro; se distinguía porque en todas sus intervenciones usaba un estilo pausado, propio de la cátedra filosófica.
Formó parte de un grupo que se empeñó en la ardua labor de demostrar que había una política que dignificaba. Entendió y vivió la política como educación, la política como servicio. Vivía de su profesión y dedicaba tiempo de calidad a la tarea de construir una política alternativa. Le tocó el tiempo en que la organización partidista debía sostenerse con recursos de sus miembros. Combinó el ser docente y el ser militante.
Ennobleció los puestos partidistas que desempeñó con el ejemplo del servicio desinteresado. Nacido en Jalisco, quedó ligado al sitio de su origen por relaciones familiares. Políticamente, se fraguó en la capital de la República, y desde ahí apoyó en algunos momentos al panismo jalisciense. Fue redactor de importantes documentos partidistas nacionales. Fue un apreciado orador en mítines y en conferencias por todo el país. Participó tanto en discusiones como en decisiones clave para el desarrollo del panismo. Fue un constante defensor de la democracia, de principios generales y de valores universales. Siendo un respetado docente, aprendió de la dura experiencia lo que era impulsar una opción política opositora en el ambiente nacional de un partido de Estado. Esto lo llevó a enfrentar con valentía el autoritarismo del régimen priísta. Como político de oposición y como profesor de la UNAM, salió en defensa de la autonomía universitaria. En su gestión legislativa aprovechó al máximo sus capacidades de sólido conocimiento jurídico y de elegante expositor de sus ideas. Tanto en el ámbito político como en el de docente fue un sabio que sabía compartir sus conocimientos. Frente a militantes que vivían de y reproducían lo faccioso (que veían por sus propios intereses y los de su grupo) Preciado Hernández se comprometió, desde su especial trinchera, a buscar un cambio en beneficio de la pluralidad ciudadana.
Preciado Hernández ha devenido en una figura cuyo pensamiento y acción resultan una crítica a la degradación del panismo de principios del siglo XXI. Don Alfonso Díaz Morales confiesa que, después de tantos años de militancia, se encuentra distanciado del panismo actual. Destacando que los fundadores de este partido eran personas muy preparadas y de gran renombre con principios e ideales, considera que eso ahora escasea; es más, confiesa que se avergüenza de muchos de los gobernantes panistas.
Hugo Gutiérrez Vega, quien en su juventud fue un brillante y aguerrido panista, en la actualidad recuerda con afecto y admiración a Manuel Gómez Morin, a Efraín González Luna y a Rafael Preciado Hernández. Ha alabado a los primeros panistas porque lucharon a favor de la democracia y de la justicia social; pero se queja de que después vino «la defensa a ultranza del libre mercado, la mentalidad empresarial, el pragmatismo más burdo, el atroz ánimo neoliberal y la colonización realizada por los grupos de la extrema derecha». Se pregunta qué «dirían Gómez Morin, González Luna y Preciado Hernández de las actuales tropelías cometidas por miembros de lo que fue el partido defensor de la democracia y de la decencia gubernamental». Jesús González Schmal, miembro de una tradicional familia panista –apelando a las enseñanzas de Manuel Gómez Morin, Efraín González Luna y Rafael Preciado Hernández– también ha escrito que en el PAN de estos días: «el ideario de la democratización de México, la política supeditada a la ética, el bien particular supeditado al bien común, la justa distribución de la riqueza, el sindicato respetuoso del trabajador y representativo, el justo y honrado manejo de la deuda pública y la rigurosa imparcialidad de la autoridad en los procesos electorales quedaron sepultados en el olvido». En 2008 se ha manifestado que los vicios del viejo partido de Estado contaminaron al PAN como partido gobernante, sobre todo al arropar en la impunidad a algunos militantes que han confundido gobernar con hacer negocio.
Preciado Hernández era de ese grupo de dirigentes panistas que leían mucho, pensaban lo que leían, escribían, y lograron prestigio intelectual por sus obras, tanto nacional como internacionalmente. Por eso, cuando se ponían ante cualquier público tenían qué decirle, y lo hacían de una manera elegante, con una buena oratoria. Era de los que tenían la convicción de que había que dignificar la política y criticaba duramente a los que la buscaban como una forma de conseguirse primero, y mantener después a toda costa, puestos, poder, dinero, honores y privilegios.
Como lo subraya Dosse, narrar lo que fue un personaje refleja necesariamente una época. Las trayectorias individuales tienen un fuerte anclaje social. El caso Preciado Hernández permite detectar en una figura datos de un grupo importante de los fundadores panistas. La reseña de su figura permite esclarecer la política de su tiempo. Los rasgos de su vida no sólo rehabilitan lo que fue, sino lo que hacían otros personajes semejantes con la misma militancia.
Hay una dialéctica entre singularidad y colectividad. Se trata de una trayectoria representativa. Tenía una identidad que correspondía tanto al sentido de sí mismo, como al sentido de los que se proponían dignificar la política, y que los enfrentaba ciertamente con el tiempo. No obstante, las figuras fuertes son trascendentes. Habría que destacar que Preciado Hernández es de gran actualidad por su planteamiento de que la democracia debe construirse desde la base misma de la sociedad, desde abajo. Esta formulación me remite al escritor John Berger, quien, al hacer bosquejos para un retrato de México a inicios de 2008, decía: «Para los de abajo, la historia es una cuestión que sólo puede responderse mirando hacia atrás y hacia adelante, creando así más preguntas (…) No se trata de resolver desde arriba… sino de construir desde abajo y por abajo»
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