Gómez Morin el miembro de Acción Nacional
Tras dejar la presidencia nacional en 1949, Manuel Gómez Morin continuó siendo un miembro destacado del partido, pero hay que decir con toda claridad que dejó el mando de Acción Nacional en manos de los nuevos dirigentes. No asumió el papel de “líder moral” o el de “jefe máximo” que le brindaran prerrogativas meta estatutarias para influir en la conformación o en las determinaciones del Comité Nacional, el cual ha sido desgraciadamente un vicio común y frecuente en la política mexicana.
En las sesiones de Consejo Nacional o en las de los comités nacionales de los que formó parte, su voz y su opinión tenían sí el peso del fundador, pero también la prudencia de referirse precisamente a los asuntos relacionados con la estrategia general del partido, con sus actividades orientadas a fortalecerse, con el mensaje que había que darle al pueblo de México. Se limitó, y ahí están los testimonios en La Nación y en las actas de las sesiones de los órganos directivos, a ejercer los derechos que le correspondían como dirigente, a opinar como todo político y a procurar que los actos del partido reflejaran el proyecto originario que le dio razón de ser y existencia al PAN. Nunca formó grupo, pues sabía que él era el símbolo de la unidad y de la congruencia del partido.
Las coyunturas políticas lo llenaban de pasión. Fue así como se mantuvo en los años cincuenta como un asiduo participante en las giras para promover la organización del partido y en las de apoyo a las campañas electorales. Están ahí los discursos que pronunció durante las campañas presidenciales de Efraín González Luna en 1952 y la de Luis H. Álvarez en 1958; su presencia en las campañas a las gubernaturas de Jalisco en 1952, Baja California en 1953, Chihuahua y Michoacán en 1956, Coahuila en 1957 y en aquella, ominosa campaña de Baja California en 1959, cuando los panistas fueron orillados incluso al exilio ante la represión y la barbarie desatada por el infame Braulio Maldonado.
1958 marca el que quizá fue el último año muy intenso en la vida política de Manuel Gómez Morin. En primer lugar, tomó en sus manos la responsabilidad de dirigir la elaboración de la Plataforma Política y Social 1958-1964 al presidir la Comisión de Estudios del Comité Ejecutivo Nacional. Vale la pena repasar el diagnóstico de ese documento, en el cual son derribados uno a uno los mitos de las supuestas grandes realizaciones de los gobiernos posrevolucionarios y del modelo económico conocido como el “desarrollo estabilizador”.
Gómez Morin nos presenta datos dramáticos sintetizados en este párrafo: “México aparece a quien lo observa con conocimiento y amor entrañables, como un conjunto humano y material de capacidades y energías magníficas, de grandes posibilidades que reclaman esfuerzo peculiarmente organizado y mantenido y, simultáneamente, de dolorosas carencias, de deficiencias inexplicables, de contradicciones insufribles. En lo económico, el bajísimo nivel de vida de la mayoría contrasta rudamente con la potencialidad de las riquezas naturales aprovechables.
En lo social, ese mismo lamentable nivel de vida, el raquitismo de la obra educativa, la poca eficiencia práctica y la subversión de las instituciones de reforma social,están en radical desacuerdo con las avanzadas ideas sociales que oficialmente se postulan y con la historia de la lucha intensa para afirmarlas y darles cumplimiento. En lo político, el texto de la Constitución y la historia, también, del largo y sacrificado esfuerzo popular para obtener el establecimiento de instituciones libres y democráticas, están en contradicción constante con la agravada subsistencia de las prácticas más humillantes de simulación y de bastardeo de esas instituciones y con una tendencia tenaz a la creciente hipertrofia del Estado. El ritmo creciente de industrialización y la multiplicación de obras públicas; la desaparición formal de abusos y violencias, la propaganda aplastante de los progresos obtenidos y sobre todo, de la tesis que niega otros posibles caminos para lograrlos y aun reconociendo metas y posibilidades más valiosas e importantes y prometiendo esforzarse en alcanzarlas, las presenta como ineludiblemente diferidas, conspiran a crear una psicosis colectiva (y lo logran a menudo en observadores ajenos y en diversas secciones sociales), de conformismo y aceptación; pero todo ello no puede ocultar la dramática realidad y de la oposición inconciliable entre lo potencial y lo actual; entre el anhelo, la necesidad y la realización, entre lo proclamado y estatuido y lo prácticamente cumplido y existente”.
Y 12 años después de haber sido despojado del triunfo en el II distrito de Chihuahua, Gómez Morin es postulado nuevamente como candidato a diputado federal en el XVIII distrito de la ciudad de México. El estupor del régimen priísta fue tal, que de inmediato retiró al candidato originalmente destapado y postuló al antiguo compañero de Gómez Morin en los siete sabios, Antonio Castro Leal. El proceso electoral de 1958 fue calificado por Gómez Morin como uno de los más inmensos fraudes de nuestra historia política y ello motivó a que el Comité Ejecutivo Nacional retirara a los representantes del partido ante todos los organismos electorales, en tanto que el Consejo Nacional determinó que no se aceptaran los triunfos de mayoría reconocidos en seis distritos y que los priístas ofrecían como limosna a los presuntos electos. Y el fundador del PAN estuvo de acuerdo con estas acciones radicales, pero que no incluyeron motines ni movilizaciones de protesta, todo lo contrario a los ataques violentos que sí sufrían los panistas a lo largo y ancho del país.
Ya en los años sesenta, Gómez Morin tuvo una presencia menos intensa, aunque no menos sustantiva en la vida interna del PAN. A la par de su actividad profesional, el fundador del partido jugó un importante papel para que la primera gran diferencia política que surgió al interior del partido no terminara en una división. Los jóvenes propagandistas de la campaña de 1958 y muchos dirigentes del partido procedentes de organizaciones laicas de apostolado abrazaron ardientemente los postulados de la democracia cristiana e insistieron en que el PAN asumiera la denominación como partido demócrata cristiano.
Gómez Morin sabía que dar ese paso implicaba de manera automática la cancelación del registro al PAN, ya que sería no sólo contraria a la Constitución, sino que se aplicaría de manera tan arbitraria y súbita como las ocurridas años antes en los casos del Partido Fuerza Popular y el Partido Nacionalista Mexicano; pero más allá de ello, quién mejor que el fundador e inspirador del proyecto sabía que, como partido político, Acción Nacional no tiene carácter religioso, ni pide a sus miembros declaraciones de fe ni asumir convicciones religiosas. Con la llegada a la presidencia nacional de Adolfo Christlieb Ibarrola la intención fue abandonada, sus principales promotores abandonaron el partido y en plenos inicios del Concilio Vaticano II, el PAN estableció sus posiciones respecto a la relación entre religión y política, a su misión en la sociedad mexicana y procedió a la actualización de su declaración de principios.
Fue así que en mayo de 1965 la Asamblea Nacional aprobó la primera Proyección de los Principios de Doctrina de Acción Nacional, documento en el que trabajaron cuatro de los más brillantes pensadores panistas de todos los tiempos: Manuel Gómez Morin, Rafael Preciado Hernández, Efraín González Morfín y Adolfo Christlieb Ibarrola. Se trató de un esfuerzo que cristalizó en conceptos que pusieron al PAN a la vanguardia del pensamiento humanista, ratificando los principios originarios de 1939 y enriqueciéndolos desde una perspectiva social y económica de avanzada que contrastaba con la ideología desechable y convenenciera del priísmo que a pretexto de una lógica pendular se movía a conveniencia entre la izquierda y la derecha sin asumir ni proyectos ni compromisos sociales más allá de su mera permanencia indefinida como los dueños del poder.
En sus últimos años, Gómez Morin se tornó en un crítico aún más agudo de la política mexicana. El gran testimonio de esta madurez y esta reflexión, está conte nido en las entrevistas que le hicieron los esposos Wilkie. Ahí el fundador de Acción Nacional hace el que podríamos tomar como balance final del México real, del México pendiente de redimir y que sigue siendo obra en ciernes de los actuales gobiernos del PAN. Al respecto, Gómez Morin mantuvo intacta su fe y su esperanza en el PAN: “Sabemos que pasarán muchos años antes de que podamos llegar al poder en forma de lograr la realización de un programa completo. Pero siempre pensamos y sostuvimos que se gobierna desde el gobierno o desde enfrente del gobierno también, si se logra crear una fuerza política suficiente, una fuerza de opinión suficiente para presentar otras soluciones”.
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