Abel Vicencio Tovar |
Este último período legislativo termina cuando se avecina uno de los principales eventos que dan sentido a la vida política: las elecciones.
Con ese motivo, debo expresar a nombre del Grupo político del cual formo parte, el del Partido Acción Nacional, que la elección no es más que la última etapa de un proceso que se inicia con el estudio y conocimiento de la realidad de una patria y termina con la construcción de una nueva patria, a la medida de los ideales que la iluminan. La política tiende un puente entre la realidad y el ideal y en medio el estudio, la proposición de soluciones, el encauzamiento de corrientes, el proselitismo, le dan consistencia y existencia.
Las elecciones así, son la culminación natural de un proceso y no una agitación estéril ni una competencia o apetencia por los puestos.
Las próximas elecciones tienen una dosis de esperanza como todo lo que ubicado en el futuro es una expectativa para el hombre. Las posiciones están definidas: una oligarquía que trata de recuperar espacios que los mexicanos le niegan y estos mexicanos, en su gran mayoría ubicados en los partidos independientes, que tratan de construir un Estado moderno. Es decir, un Estado en donde el pueblo esté organizado y sea dinámico.
En el camino del tiempo que nos lleva a la elección del 18 de agosto, se encuentran las expresiones de un sistema que multiplica promesas incumple plazos y obligaciones y pretende, con buenas maneras, mantener la confianza de los ciudadanos y por el otro, el reiterado esfuerzo de los partidos independientes para acogerse a los términos, derechos y garantías de una ley que no se cumple cabalmente.
Muy en el fondo de este problema, como explicación de un sistema que sólo es democrático en la forma, existe la lamentable confusión entre gobierno y partido, más aún, entre Estado y partido, que ha mantenido en el subdesarrollo político a la mayor parte de las instituciones nacionales, si el Estado es la expresión jurídica y política de la Nación, constituye una realidad a la que todos pertenecemos, en la que todos vivimos y a la que todos aportamos nuestros esfuerzos. Resulta por tanto inicuo, profundamente inmoral, y absolutamente ilegal la actitud del gobierno de ese Estado que utiliza sin tasa los recursos que el pueblo genera con su esfuerzo, para apuntalar a un partido que por oficial que se le suponga, por su definición solamente representa a una parte de la población. La solidaridad, concepto de raíces muy antiguas y venerables, pudo haber sido una magnífica aportación de este gobierno, pero se frustró, cuando su objetivo fue manchado con intenciones partidistas. Lo propio sucede con el desvío abierto de toda clase de recursos por parte del gobierno para las campañas políticas del partido del poder, lo cual, no por haberse repetido durante muchos años, puede validar la costumbre, ni mucho menos, dejar de ser radicalmente perverso. Vasconcelos decía que ni una eternidad por sí misma sería capaz de limpiar una injusticia que hubiese quedado sin repararse.
En este entorno de profunda inequidad, se proclaman triunfos y se acumulan cifras, como en Nuevo León. Efectivamente, no existen espectaculares y grandes acciones fraudulentas, sólo se multiplican las acciones ilegítimas o abusivas connaturales a un gobierno que se disfraza de partido, y que nunca pierde el preponderante lugar que desde el poder lo privilegia.
Así, se proclama el triunfo, pero es evidente que los triunfos legales sólo pueden ennoblecer a quien los obtiene si son moralmente válidos. Si no es así, sólo se logra la satisfacción y las ventajas del poder, pero nunca la potestad de la autoridad y sin autoridad, un país no puede ser grande, por más que su pueblo lo sea.
Nuestra Cámara de Diputados es también expresión de esta confusión desquiciante entre Estado y partido y además se ve agravada por la supeditación indiscutible al ejecutivo, como una expresión del subdesarrollo político mexicano. Mi partido, Acción Nacional, desde 1946 en que acreditó en la Cámara de Diputados sus primeros representantes, no ha cesado de pugnar por una sana independencia del Poder Legislativo lo cual no quiere decir permanente agresión.
Pero si en verdad se quiere servir a la Nación, sólo desde la existencia respetable e independiente de cada poder, se pueden aportar valores de gobierno en servicio de México.
Gracias a la diputación panista, y gracias a la oposición verdadera, esta Legislatura pudo vivir momentos históricos por la dimensión y calidad de los debates desde el Colegio Electoral, por el avance de la misma en las posiciones en la estructura de la Cámara, como en los puestos directivos, en las Comisiones Legislativas, que fueron servidas con eficiencia. La proporcionalidad entre el peso específico de los grupos parlamentarios y su presencia en la administración y dirección de la Cámara deberá ser cuidadosamente aplicada.
La presencia del pueblo a través de los grupos parlamentarios independientes como el de Acción Nacional, logró fundamentales modificaciones a los proyectos legislativos oficiales y conmovió al país con la supresión del cheque en blanco que para la contratación de la deuda externa tenía el Ejecutivo. Con la introducción de garantías sociales en la reprivatización bancaria, con la formación de la Comisión Investigadora de la minoría parlamentaria en el caso de Banpesca, con la presentación de diferentes denuncias penales y su seguimiento en múltiples casos de defraudación gubernamental, con el sacudimiento a la Contaduría Mayor de Hacienda por la realización de auditorías en los poco claros manejos financieros de la Comisión Federal de Electricidad, etcétera.
Sin embargo, a pesar de que la Cámara de Diputados creció en número, en las dimensiones de su casa, en presencia pública, no ha hecho lo propio en su independencia y en su respetabilidad como uno de los órganos del Poder Legislativo. Es evidente la falta de capacidad decisoria de los dirigentes camarales para resolver cosas tan fundamentales como la legislación de su estructura interna: la Ley Orgánica y el Reglamento, como la aprobación solicitada por todos los partidos, de leyes como la de cooperativas, largamente esperada y de un incalculable beneficio social y hasta para decidir el destino de los legendarios paquetes electorales, que sin ningún objetivo visible ocupan espacios y mantienen en la ociosidad a soldados del Ejército Mexicano.
En cuanto a iniciativas, el grupo parlamentario del PAN presentó 108. Fueron dictaminadas 8 y se acumulan a la frustración también legendaria de la irresponsabilidad por la falta de dictamen 100 de ellas.
La oposición, especialmente la de mi partido, está prestando en la Cámara un importante servicio a la maduración y la toma de la posición que le corresponde en el contexto de las estructuras políticas. Podría parecer iluso que exijamos definiciones legislativas y políticas a los miembros de la Cámara y especialmente a sus directivos. No ignoramos la realidad de la dependencia, pero deseamos ayudar a superarla para bien de México. No en contra de nadie, sino a favor de una Cámara en plenitud de funciones. La reforma política tiene que pasar por la Cámara de Diputados. Las experiencias de los últimos tiempos vuelven a demostrar que las reformas económicas sólo pueden quedar al servicio del pueblo, dentro de una auténtica reforma política, pero en tanto que todos los órganos del Estado mexicano requieren de esa reforma, el más avocado para lograrlo, por la coparticipación en ella de dirigentes sociales y políticos que agotan lo fundamental del espectro ideológico nacional, es nuestra Cámara de Diputados.
Nos hemos enriquecido y seguiremos haciéndolo en la cultura, en la capacidad de servicio, cuando convivimos y cuando debatimos. Esta legislatura nos ha permitido interesantes experiencias que podemos convertir en valores de convivencia, para bien de los mexicanos.
La indispensable reforma política, la coyuntural reforma económica, la fundamental reforma del Estado Mexicano pasarán, para ser realidad, por la reforma de la Cámara de Diputados y sobre todo, por la reforma personal de cada diputado. Los diputados del PAN hemos aceptado nuestra vocación.
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