INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA POLÍTICA
Abel Vicencio Tovar |
El Partido Acción Nacional fue una idea sencilla pero genial. Surgió durante la época en la que era casi imposible institucionalizar la política y se ha convertido en una opción que, aun en las cifras más amañadas en el conteo del voto aumenta sus votos; pero no han sido esos votos lo más importante de la obra sino la institucionalización, dignificación de la acción política convertida así en instrumento de todos los mexicanos.
ASUMIR LA RESPONSABILIDAD DEL PODER
Ahora el partido no sólo es un grupo de ciudadanos que sacude la conciencia de muchos mexicanos, conciencia dormida para el civismo; el partido es un haz de luz intelectual que rescata el prestigio de la actividad política y señala rumbos para la solución problemática nacional. Es además gracias a la visión profética de nuestros fundadores, un organismo humano de creciente fuerza que está en disposición de disputar el poder.
De esto no debemos tener la menor duda. Las únicas limitaciones trascendentes de nuestra acción se encuentran en nuestro escepticismo o en nuestro cansancio.
El cambio se agotó el modelo político del gobierno, también ha transformado nuestra responsabilidad como partido político. Es importante que seamos concientes de esta transformación.
RENOVAR NUESTRA FUERZA
En el camino que hemos recorrido y que seguiremos recorriendo para convertir en realidad nuestros ideales para escoger la mejor de las alternativas que la realidad sociopolítica nos pone enfrente, es necesario que consideremos nuestra riqueza de nuestro bagaje personal e institucional para que el cansancio, que es la erosión de nuestras dediciones, no haga presa de nosotros cuando apostamos todo a una acción que no resultó como esperábamos.
Es necesario defendernos contra el cansancio.
Si las rocas más duras son erosionadas por el viento, por el polvo, por el tiempo y por sus elementos, de tal manera que se modifican y sufren deformación, ¿Qué podríamos esperar de la erosión en los hombres? El hombre, si lo es, puede resistir con más eficacia a la erosión, porque el aire de los tiempos se enfrenta no a la roca sino a la carne viva que por blanda que sea, se renueva constantemente. Así buscaremos y lograremos la renovación, estableciendo constantemente nuevos objetivos que funcionen, la mayor parte, como herramienta para lograr los objetivos fundamentales. Aprendamos también a alegrarnos y a aporrear los triunfos humildes y parciales en la acción política.
Aprovechémoslos y convirtamos las experiencias en nuestras fuerzas de realización para retroalimentar nuestra decisión de seguir adelante.
No será posible el éxito si apocados, opacados por tradiciones tímidas y derrotistas hacemos sólo lo que creemos poder; el resultado será que habremos hecho sólo lo poco que creímos poder.
La vida desgasta y mella; la erosión del tiempo sobre el ánimo de los que resisten la tremenda fuerza disuasiva del régimen, juez parte antinacional, disminuye y agota. Sin embargo, estoy cierto de que persiste en la inteligencia y en la voluntad de casi todo mexicano, una gran fuerza escondida: la de múltiples energías adormecidas, la posibilidad de arrasar el México caduco, viejo de desesperanza, de desconfianza, de desaliento.
Existe la posibilidad de construir nuestras ruinas humeantes y sobre sus restos humanos un mundo nuevo; no obstante, para llegar a esa realidad, se requieren esfuerzos de renovación de ideales y congruencia entre la fe que otorga la certeza de una ideología y la voluntad que pone a su servicio la capacidad de realización.
“Brega a la eternidad” no es invitación para una lucha eterna y sin esperanza. No es entrar a un túnel de destino incierto y sombrío; es un llamado a la convicción de que todos los días se va construyendo una nueva patria que hoy se preparará y mañana se seguirá edificando. Ahora, como hace varios años, habrá un repetir; el retiro es estéril, la violencia es suicidio, sólo la fortaleza y la perseverancia son patrióticas.
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