LA PARADOJA DE LA DEMOCRACIA
No hay nada con mayor prestigio en el mundo que la democracia. Hoy nadie la objeta. Hasta los regímenes que no son democráticos, dicen que quieren acceder a una legitimación de tipo democrático. La democracia ya no tiene adversarios teóricos en el mundo. Hasta sus peores adversarios le rinden homenaje a la inversa, porque dicen que son demócratas. Recuerden que este homenaje empezó hace tiempo, en las llamadas “democracias populares” que había en los países de Europa del Este. Todos se llamaban democracias.
Bueno. La democracia entendida como pluralismo, Estado de Derecho, voto libre y respetado, existencia de partidos, división de poderes, etc. Ya no tiene rival en el mundo. Y, curiosamente, en el momento de su crítica más feroz. Uno se preguntaría por qué. En primer lugar, por algo que es bueno y democrático: la democracia es el único sistema que tolera su propia crítica y a través de ella su propia mejoría. Pero no todos los críticos actuales de la democracia pretenden mejorar la democracia; hay quienes pretenden suprimirla por muchas razones. Yo creo que una es fáctica. Es de hecho.
La democracia ha vivido un poco parásitamente de su enemigo. No se le criticó demasiado por temor a que enfrente estaba la antidemocracia que podía destruirla: “No hables tan mal de esto porque lo otro está peor”. Pero ahora que no hay peligro externo; a la democracia le pasó lo que al hombre con lo del pecado original.
No tiene exterioridad crítica y entonces se convierte en objeto de su propia crítica. Porque ya lo que critica no es lo de afuera sino a sí misma. No esta mal. Pero cuidado. Porque hay toda una embestida contra la democracia política en el mundo.
En casos de países desarrollados como pueden ser los de la Europa Occidental, la crítica tiene que ver con la lentitud de las instituciones democráticas de Estado y de Gobierno para dar respuesta a problemas nuevos, directos. En otros lugares se le crítica, ya no por esta ineficiencia, sino por su falta de decencia. La dictadura no es que no sea corrupta, es que la corrupción la maneja a antojo de poder para conservarse como poder.
Pero hay en las democracias mucho más facilidad de corrupción, ¿Por qué? Porque el punto de partida de la democracia, es que nadie es culpable hasta que se le demuestre lo contrario. Lo cual le da una gran ventaja a los pícaros. El riesgo de la democracia es la presunción jurídica de no inocencia, no la de culpabilidad, que es el punto de partida de la dictadura. En dictadura uno vive culpable siempre.
La manifestación principal de crítica a la democracia es la lejanía de las instituciones de estado o de Gobierno, en relación con el pueblo. Se ve a los Congresos, por ejemplo, como una especie ratificadora automática de lo que ya sucedió en realidad. Hegel decía que “la filosofía era como la lechuza de Minerva”. Emprendía el vuelo ya que todo había pasado y lo interpretaba.
En política hoy, parece que los congresos son la nueva lechuza de Minerva. Empiezan a actuar cuando todas las cosas ya pasaron. Esta es la crítica que se les hace. Estoy convencido de que hay dos ámbitos de la vida política democrática que son centrales para resolver esta paradoja: El ámbito Municipal y el ámbito de los Congresos. El ámbito Municipal, porque es donde la función pública es más próxima al ciudadano. De hay que antes de esta reunión que hoy tiene lugar acá, hubiera habido una municipalista, aquí mismo, en la que nos planteamos la necesidad de tomar al Municipio como el lugar geométrico de la cercanía institucional de Estado y Gobierno democráticos con el pueblo; donde no puede haber plazos largos para enfrentar con decencia y eficiencia las situaciones o los problemas nuevos que surgen en la realidad social, económica, política, cultural.
Pero el otro ámbito para la resolución de la paradoja de la democracia que se autocrítica, es el Congreso. Para que no se convierta en motivo de corrosión de una democracia a de la democracia. La fundamentalidad de esto está en el Municipio, pero su centralidad está en el Congreso.
El Municipio debe ser fundamento y el Congreso tiene que ser el centro. No puede no serlo. Porque si el Congreso fracasa en ser el centro de la formalización política de la comunidad, desaparecería la política y quedaría reducida a pura administración. Pasarían cosas peores aún. Perdería sentido el Estado y correría peligro la Nación.
Aquí hay un problema recientemente estudiado que me llama mucho la atención. A pesar de que el Congreso debe ser el centro de la política democrática, el Congreso siempre depende de algo no democrático para funcionar bien, para poder ser central. Depende del buen funcionamiento de la administración y depende del buen funcionamiento del Poder Judicial, que no son democráticamente electos y esto, dice quien ha estudiado de la materia, tiene que ver con la buena selección de la clase política.
Permítanme un paréntesis, muy personal, que espero no me tomen a mal. En Acción Nacional estamos ganando. No soy de los que piensan que estábamos bien cuando estábamos mal. Pero sí advierto con algunos otros el problema o el peligro de esta nueva etapa. Por eso también no quise buscar la reelección. De un modo muy modesto, quise decirles a mis compañeros de partido que nadie debe buscar un cargo para el cual no se siente capaz. Porque hoy vemos competencias por las candidaturas que son verdaderas ferias del cobre, o querellas de ineptos. Y yo creo que el panista debe tener la disposición de que si sabe que no es para un cargo, no lo busque nada más por afán de tenerlo. Yo estoy convencido de esto.
No les digo que sea la única razón pero sí es una de las muchas. Y en esto, ustedes, que son legisladores, creo que deberían ser los más exigentes, porque son presuntos candidatos en el futuro próximo. Y yo creo que esto deberíamos tomarlo muy en serio. Porque si el PAN genera una clase política inepta, el Congreso, con el PAN o sin el PAN, sería una porquería, no serviría para nada, precisamente cuando debe dignificarse en la centralidad de la formalización política del país.
Me parece que esto es muy importante para Acción Nacional en este momento. Yo creo que hemos pasado por ratos en los que tuvimos que hacer como si fuéramos los mejores porque no había otros, y asumir estos riesgos, penalidades y sacrificios que muchos de los que están aquí han hecho y que el partido y el país tenemos que agradecerles. Pero creo que en el futuro próximo eso ya no debe pasar. Y tenemos que preocuparnos y ocuparnos no solo de quien puede ganar a convención, sino de quien debe ganar la elección. Si no, vamos a frustrar el esfuerzo colectivo de cincuenta y seis años en la orilla.
Si por el lado de nosotros no queda, estaremos creando la clase política que puede darle al Congreso su centralidad. Nadie más está haciendo esta reflexión y este esfuerzo en nuestro país. Hemos pagado ya caro, en estos meses, errores que tienen que ver con lo que acabo de decir, nos lo han cobrado los electores en algunos Estados de la República y no seamos ciegos o miopes para no verlo, o hipócritas para no decirlo. Hay elecciones que hemos perdido porque nuestros candidatos eran pésimos y eran un escándalo frente a la comunidad. Lo tenemos que decir y actuar en consecuencia. Y que por nosotros, los que ya hicimos la reflexión, no quede; porque si bien a los que no tienen la oportunidad de reunirse para conversar de estas cosas, se les puede excusar del error, quienes ya la tuvimos no tendríamos excusa para colaborar con el desmadejamiento de la política mexicana, con la desarticulación del partido y con el descentramiento de la desarticulación de la formalidad política nacional del Congreso hacia otras partes, quién sabe cuáles.
Porque hoy, así como hay una economía informal, está comenzando a haber una política informal. La economía de un país. Es una válvula de escape, pero nunca es una solución.
La economía informal es el imperio de las mafias, de los que controlan las esquinas, del trabajo esclavo, de las pandillas, de la corrupción, de la mordida.
Resuelve momentáneamente problemas de hambre pero a qué precio. En la política puede pasar lo mismo si fallamos como partido y si fallamos como Congreso: la política se va a informalizar. Ya se está informalizando. El PRI lanzó una gran operación de informalización política en el Distrito Federal. Y yo creo que sólo porque mexicana es la Virgen de Guadalupe, las pandillas de delincuentes de esa ciudad enorme y asfixiante no entendieron que podían haberse hecho del poder local; las balas de los barrios “ciudadanas” y sin partido, pudieron haber ido a competir por las Consejerías, constreñir al voto con los mecanismos delictivos que suelen utilizar y tener hoy Consejeros de la Ciudad.
La informalización política es el desmoronamiento de un país. Y esto tiene que ver con algo de lo que hablaré después, que es la cuestión en la que tanto he tratado de insistir y que me ha sido tan criticada, de la sociedad civil y las ONG´s; pero regresaré ahí. Voy a mi tercer punto.
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