martes, 2 de agosto de 2011

Manuel Gómez Morin: El Héroe Civil II

Aminadab Rafael Pérez Franco


Gómez Morin el funcionario eficaz y práctico

La crisis económica y financiera que vive el mundo de hoy nos resulta útil para dimensionar la portentosa tarea cumplida por Manuel Gómez Morin como constructor de instituciones. Tras la guerra civil y el aniquilamiento de la lucha revolucionaria, la economía del país estaba destrozada. El gobierno no cobraba impuestos ni emitía moneda, el país carecía de un sistema bancario y de capitales públicos y privados para financiar la reconstrucción del país, los gobiernos y compañías extranjeras exigían el pago de las deudas.

Fue entonces cuando aparece en escena Manuel Gómez Morin primero como subsecretario de Hacienda encargado de renegociar la deuda y de organizar el sistema de emisión de monedas de oro y plata; posteriormente como el funcionario  que concibe en gran medida la nueva Ley Orgánica del Banco de México, definido como banco central y como institución dedicada a brindar estabilidad económica, así como también autor intelectual de la Ley Orgánica del Banco de Crédito Agrícola, instituciones ambas que contribuyeron a sentar las bases para la organización de las finanzas públicas; posteriormente y en el contexto de la Gran Depresión, es el impulsor de la promulgación de una nueva Ley Monetaria que permitió

después de muchos años que el banco central emitiera billetes y que propició la fundación de los principales bancos del país como el Banco Nacional de México, el de Comercio, el de Cédulas Hipotecarias, entre otros, con lo cual Gómez Morin se convierte en el precursor del sistema bancario y financiero de México que existió hasta su destrucción en 1982 por la locura frívola de José López Portillo.

Después de haber sido figura principalísima de la reconstrucción económica nacional, Gómez Morin contribuyó con su actividad profesional, a la creación, organización y manejo de múltiples empresas privadas, lo cual sentó las bases para que tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial fuera viable la etapa de industrialización y de crecimiento económico del país.

Gómez Morin el rector decidido

En el periodo 1933-1934 encontramos otra faceta de Manuel Gómez Morin, fue la época en que tuvieron lugar los acontecimientos que unieron al conjunto heterogéneo de maestros y alumnos con quienes convivió Manuel Gómez Morin en las aulas: la resistencia a adoptar el modelo de educación socialista y el intento de vencer por inanición a la Universidad Nacional durante el gobierno de Abelardo L. Rodríguez.

En el año de 1929 se aprobó una nueva Ley Orgánica de la Universidad Nacional de México en la cual se establecía una autonomía limitada de la máxima casa de estudios. En la comunidad universitaria de la época era posible identificar la existencia de varios movimientos estudiantiles, que daban un carácter plural a la misma, a la vez que promovían enconados debates acerca del futuro de la institución, este clima fue estimulado, sin lugar a dudas, por la difícil situación económica por la que pasaba la Universidad y por las restricciones a la plena autonomía que contenía el nuevo estatuto.

Poco a poco se fueron construyendo dos posiciones sobre la orientación que debía tener la educación universitaria: la que sostenía como principio la libertad de cátedra, fundada en una concepción universal de la educación superior, que implicaba la más amplia difusión y discusión posibles de las diferentes posturas filosóficas y corrientes del pensamiento y, en sentido opuesto, la que se proponía que la Universidad adoptara como única fuente de orientación de sus programas de estudio la doctrina marxista, en correspondencia a los esfuerzos de las autoridades educativas federales de esos años por implantar un modelo de educación socialista en las escuelas primarias, secundarias y normales del país.

En agosto de 1933, se llevó a cabo en el puerto de Veracruz el décimo Congreso Nacional de Estudiantes. Las resoluciones del referido encuentro exigían la adopción del marxismo como doctrina imperante y única en la Universidad Nacional de México; esta declaración, hecha por Vicente Lombardo Toledano, director de la Escuela Nacional Preparatoria, hubiera sido sólo una más de las tantas que ya se habían expresado en ese sentido de no ser porque el entonces rector de la Universidad, Roberto Medellín Ostos, apoyó esa resolución. Tal pronunciamiento hizo estallar el conflicto que incluyó disturbios, la renuncia colectiva de profesores de la Facultad de Derecho, la realización de una huelga promovida por estudiantes que se oponían a la orientación marxista y, finalmente, a la destitución del rector.

Esta crisis sirvió para que Manuel Gómez Morin fijara su posición sobre el asunto, a favor de la libertad de cátedra y sosteniendo que la pluralidad era parte de la naturaleza misma de toda universidad:

“Nunca se ha necesitado que la Universidad adopte exclusivamente una teoría revolucionaria, para que los profesores que honestamente han hallado en su investigación o en su estudio la necesidad de enseñar verdades nuevas que revolucionen los principios tradicionales, se esfuercen por explicar estas nuevas verdades a sus alumnos... Todos estamos de acuerdo en que la Universidad sirva para hacer hombres y no sólo profesionales... La Universidad debe hacer hombres, debe ayudar a que el mundo cambie; pero no en cualquier forma, no organizando batallas... La Universidad está encargada de servir al país organizando, transmitiendo y ampliando los conocimientos que forman, como dice el licenciado Lombardo, una cultura...

“La ventaja de la Universidad sobre las demás instituciones... es que puede y debe comprender -por eso justamente es Universidad- todos los objetivos que se señalan a las otras instituciones especializadas; más no para ejecutarlas ni realizarlas sino para conocerlas, para criticarlas, para ordenarlas metódica y fructíferamente... para inventar nuevos métodos de acción, para descubrir las causas y para precisar los factores de los problemas que a las demás instituciones se presentan; para preparar a los que han de actuar en las otras instituciones especialistas... que con un alto sentido de su responsabilidad para la comunidad en que viven, con una clara noción del papel que por su oficio han de representar en esa comunidad ennoblezcan su profesión con un trabajo hecho con amor y con conocimiento...

“[No puede] fundarse la pretendida reforma universitaria en la obligación general que a la Universidad compete de procurar que el mundo mejore. La Universidad cumplirá con esa misión si cumple bien con la otra que le es específica. Y lo peor viene a ser que la pretendida reforma resulta no ya fundada, pero ni siquiera compatible con la obligación social peculiar que pertenece a la Universidad, pues si la reforma consiste en hacer que la enseñanza y la investigación universitarias se limiten al punto de vista marxista, por ejemplo, o si como parece ser en el fondo la verdadera tendencia de esta reforma... que la Universidad se convierta en un centro vivo de agitación política, quedarán abandonadas irremisiblemente la investigación y la enseñanza de todos los demás casos que existen en el mundo de la cultura antes, después, por encima y por abajo de Marx y del marxismo...

“Una reforma universitaria que consiste en hacer una verdadera Universidad; en hacerla por arriba abriéndole libremente todos los caminos del espíritu; en hacerla prácticamente dotándola de laboratorios, de institutos de investigación, de seminarios, de profesores competentes y cumplidos, de alumnos que conscientes de su misión humana general de crear un mundo mejor, quieran lograrlo viviendo honestamente y sacrificándose por su convicción si es preciso; pero aprendiendo bien un oficio, investigando agotadoramente una verdad, buscando, en la historia y en las ciencias y en la inspiración, un programa para enmendar o destruir los males físicos y los abusos sociales que existen ahora, y los que vendrán a existir más tarde, cuando los universitarios actuales y sus disputas marxistas o no, sean cosa de museo.”

En respuesta a toda esta situación, se expidió una nueva Ley Orgánica de la Universidad el 17 de octubre de 1933, estableciendo la “Universidad Autónoma de México” la cual perdía su carácter de Nacional; se le estipulaba una plena autonomía en la toma de sus decisiones internas, facultad que sería ejercida por el Consejo Universitario y; se le dotaba de patrimonio propio, consistente en los edificios, instalaciones y equipos que venía ocupando así como una aportación del gobierno federal, única y final, de diez millones de pesos –cuando el presupuesto anual de egresos se aproximaba a los cuatro millones-. Con estas prescripciones, el gobierno federal pretendió deslindarse de una vez y para siempre de “la situación indeseable de la Universidad”, dejando una situación económica precaria que amenazaba gravemente su existencia. En estas graves condiciones, Manuel Gómez Morin asume el cargo de rector, nombrado por la Asamblea Constitutiva de la Universidad Autónoma de México, el 23 de octubre de 1933.

El rectorado de Gómez Morin fue intenso y difícil. La situación que encontró a su llegada el nuevo rector es resumida en estos términos: “Evidentemente... la Universidad fue colocada al promulgarse la Ley del 21 de octubre anterior, en una situación difícil desde el punto de vista económico... Pero con ser tan grave la situación económica... no es el problema económico el mayor de los que afectan a la institución. Por encima de las dificultades pecuniarias inmediatas, la Universidad tiene problemas espirituales y humanos extraordinariamente graves: una enseñanza verbalista y sin disciplina, un profesorado que, con las naturales, preciosas y por fortuna no muy escasas excepciones, ha faltado muchas veces al cumplimiento de su deber, un conjunto de alumnos habituados no sólo a no pagar colegiaturas, sino en muchos casos, a confiar más en la eficacia de un esfuerzo superficial de última hora que en un trabajo auténtico y constante; una organización, en suma, hecha de trozos, de miembros dispersos, de profesionales aislados, de escuelas y facultades que son baronías feudales, de sistemas administrativos complicados y costosísimos, de malos métodos de selección del profesorado, de sistemas pobres de trabajo y de pruebas; de equipos pobrísimos en aulas, bibliotecas y laboratorios.”

En el período 1933-1934 continuó la polémica entre los defensores de la libertad de cátedra y los promotores de la orientación socialista; se presentaron a su vez todo tipo de problemas al rector Gómez Morin, desde las gestiones para obtener recursos financieros hasta la renuncia del director de la Facultad de Medicina, Ignacio Chávez, quien aspiraba al propio cargo de rector; en medio de estas dificultades, Gómez Morin consiguió formar una amalgama con todos los sectores universitarios teniendo como objetivo común recuperar la viabilidad de la Universidad que se encontraba en riesgo.

Las acciones tomadas por la comunidad universitaria, con el rector Gómez Morin al frente, fueron tan contundentes que no sólo le permitieron a la máxima casa de estudios discutir ampliamente su futuro y soportar la situación económica que le fue impuesta -cimentando con ello su porvenir-; sino que también obligaron a que el gobierno federal rectificara las interpretaciones erróneas del concepto de autonomía, a abandonar por completo las intenciones de implantar la orientación socialista en la educación universitaria y, a restablecer posteriormente el apoyo económico a la UNAM y al resto de universidades públicas, obligación irrenunciable del Estado.

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