jueves, 11 de agosto de 2011

Aniversario luctuoso de Carlos Castillo Peraza


México, D.F.,
25 de octubre de 2010

MENSAJE DEL PRESIDENTE NACIONAL DEL PARTIDO ACCIÓN
NACIONAL, CÉSAR NAVA VÁZQUEZ, DURANTE EL DÉCIMO
ANIVERSARIO LUCTUOSO DEL EXDIRIGENTE CARLOS CASTILLO
PERAZA, EN EL MUSEO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA.


Estimado licenciado Felipe Calderón Hinojosa, Presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.

Muy querido y admirado Don Luis H. Álvarez,

Muy estimado José González Morfín, coordinador del Grupo Parlamentario del PAN en el Senado,

Muy querida Julieta López de Castillo,

Muy queridos, estimados: Carlos, Julio y Juan Pablo;

Estimado Alfredo Rivadeneyra Hernández, secretario general del Comité Nacional,

Muy estimado Luis Felipe Bravo Mena, expresidente nacional.

Muy estimados secretarios, Blake, Escobar, Molinar, que nos acompañan.

Estimados gobernadores Adame, Oliva, que nos acompañan.

Estimados senadores, diputados, compañeros todos, amigas y amigos.

Hace diez años México conoció la alternancia política, de la mano de Acción Nacional.

El 2 de julio de 2000 se vio concretada una lucha que comenzó 71 años antes, cuando en el frontón México, no muy lejos de aquí, un grupo de mujeres y hombres valientes, comprometidos con su tiempo, decidieron participar de manera organizada en la vida pública del país.

Esta victoria, la del 2000, fue posible gracias al tesón de varias generaciones de panistas que entregaron su vida, su trabajo, su esfuerzo, para alcanzar una Patria ordenada y generosa. La alternancia democrática fue, para Acción Nacional, un punto de llegada pero más aun que eso, un punto de partida.

Pocos pensadores en México han entendido esta idea de manera tan clara como Castillo Peraza. La transición fue para él un proceso que no terminaba con la alternancia, al contrario, comenzaba con ésta: la democracia, decía Carlos, hay que trabajarla todos los días.

Hoy nos reunimos en este recinto histórico, depositario de una parte importante de la grandeza de nuestra historia nacional, para conmemorar el décimo aniversario luctuoso de Carlos.

Diez años son los que su memoria, sus palabras, su reflexión profunda y su amistad nos han faltado. Lo extrañamos, sin duda, pero al mismo tiempo lo sentimos entre nosotros y sabemos que la mejor forma de honrar ese legado de ideas, de trabajo, de amor a México, es seguir adelante en el empeño por hacer de la política una actividad sublime y decorosa, el único camino para seguir construyendo esa Patria por la que él luchó, es precisamente esta labor, a la que él entregó sus mejores años, por la que puso todo su talento y dedicación.

Son muchos los hombres que vienen al mundo y dicen lo que piensan, pero son pocos los hombres que piensan al mundo y provocan que cambie. Uno de esos hombres fue Castillo Peraza.

Esta tarde hablaremos de la vida y la obra de un periodista agudo, un intelectual profundo y un político humanista. Hoy también quiero hablar de Carlos como aquel ser humano cercano, capaz de brindar su amistad sincera.

Tuve la fortuna de ser electo dirigente juvenil en 1995 y de acompañarlo en la segunda mitad de su dirigencia. Recuerdo con enorme gratitud y cariño la lección de humildad que me obsequió el mismísimo día de mi elección.

Antes de tomarme la protesta estatutaria, me preguntó lo que jamás hubiera esperado. Carlos, el maestro, el pensador, el brillante orador, me hizo una pregunta que me dejó boquiabierto. Qué digo, me preguntó, en parte por mi estupefacción y en parte para ganar tiempo para articular una respuesta coherente hice como que no había escuchado bien.

Cómo, le pregunté a mi vez, sí qué digo, qué quieres que diga, qué te gustaría que le dijera a los jóvenes. Sólo atiné a entregarle un folleto con mi plan de trabajo y a decirle este fue el programa que ofrecí en campaña, si te sirve de referencia estaría muy bien.

Mayor fue mi sorpresa cuando tomó el plan de trabajo y desarrolló cada uno de los puntos en su discurso.

Ése era Carlos, ése era también Carlos, el excepcional ser humano al que recordamos hoy. El maestro que forjó a generaciones enteras de jóvenes panistas y que no perdía la oportunidad de sembrar la semilla.

Un buen maestro que en su caminar no daba pasos ligeros, sino huellas que marcaban trascendencia. Carlos Castillo se dejaba llevar por la fuerza de las ideas, que albergaba en su mente y en su corazón.

Como nuestros fundadores, nunca tuvo miedo a decir lo que pensaba ni de llevar esas ideas a la acción, ya fuera desde su columna que aparecía en el Diario de Yucatán o desde el templete de un mitin en la plaza grande, Carlos siempre tuvo claro que el humanismo político se tendría que abrir paso entre las arenas del autoritarismo que le tocó combatir.

Nos decía Carlos, la amistad, y aprovecho para saludar a sus dos de sus más entrañables amigos aquí presentes: Germán Martínez Cázares, ex presidente del partido y Luis Correa Mena, entrañable también amigo y compañero, la amistad, decía Carlos, me llevó a la militancia apostólica y ésta a la política. La necesidad me condujo al periodismo y éste a la filosofía.

De esta manera se puede sintetizar aquello que empujó a Carlos Castillo como el hombre de pensamiento y acción humanista que marcó personas, instituciones y, sin duda contribuyó al cambo en el país.

Tres fueron los compromisos que definieron el talante de Carlos Castillo Peraza: el compromiso con su fe, que lo llevó a la militancia apostólica; el compromiso con la verdad, que lo llevó al periodismo y la filosofía; y el compromiso con el bien común, que lo llevó a la militancia política.

Este triple compromiso fue expresado en tres foros: la columna periodística, la tribuna y la plaza pública y por supuesto, la acción política en Acción Nacional. A su vez, estos tres foros sirvieron como plataforma para la gran aportación que hizo a México.

Los libros que hoy presentaremos corresponden a esos tres foros en los cuales Carlos desplegó una visión aguda, integral y trascendente acerca de la realidad de nuestro país y de nuestro mundo.

El primer tomo, más allá de la política, nos acercará a una faceta de su pensamiento que, si bien muchos conocíamos y seguíamos desde sus columnas de periódicos y revistas, tuvo su origen en su natal Mérida, lejana a los afanes políticos que después le ocuparían.

Me refiero al periodismo más cercano a la historia, al arte, a la literatura, a esos gustos que él tenía y que tuvieron su expresión más clara cuando vivió en Europa con Julieta.

El volumen intitulado Más allá de la política, ofrece una recopilación de textos en los que podemos notar cómo esa vena de la escritura que Carlos practicaba día a día abrevaba en fuentes diversas: lo mismo podía proyectar los trazos de una catedral construida bajo las máximas de la escolástica que reseñar los textos de Da Vinci a la luz de su pintura con la profundidad del conocedor más completo.


Lo mismo sucede con obras de teatro que le daban pie para ahondar en la grandeza de los escritores místicos del siglo de oro español, que la coyuntura al Premio Nobel, que le servía de plataforma para desnudar las atrocidades del régimen estalinista, o la poesía de Juan Pablo II, en la que encontraba el dolor del pueblo polaco, perseguido durante siglos.

La obra que cierra este tomo es la novela inconclusa que Carlos dejó a su partida: Volverás, un regreso, luego de haber conocido el mundo, a su patria chica, a la Mérida de su infancia, a la luz de la historia del siglo XX. Abundan en estas páginas las reflexiones, el estudio cuidadoso de la aldea que no se limita a su espacio sino que se enriquece con lo visto en otras latitudes, bajo otros cielos, como los cielos de Alemania, donde lo encontrara la muerte.

La personalidad de Carlos se nos presenta en una dimensión múltiple, como la de aquellos que no se limitan a un ámbito de la vida sino que ahondan en las diversas manifestaciones del hombre, en su cultura, en su desarrollo en sociedad.

A su regreso de Europa continuó esa labor periodística y comenzó también una activa vida política, siempre bajo los ideales del PAN, que lo llevó a alzar su voz, razonada, atinada y entusiasta, en la tribuna y en la plaza pública.

A eso está dedicado el segundo tomo. Carlos ejerció la política desde numerosas trincheras: fue candidato cuando hacer una campaña era sinónimo de poner en riesgo el patrimonio e incluso la vida; fue diputado, fundó el primer Instituto de Capacitación Política del partido, fundó la revista Palabra, y por supuesto, fue dirigente nacional. A cada uno de estos cargos se entregó como decía la Madre Teresa que había que hacerlo hasta que doliera.

Podemos encontrar intervenciones en la Cámara de Diputados en defensa de la vida, en contra de política improvisadas e irresponsables, y siempre honrando la tradición legislativa que ha distinguido el trabajo parlamentario de Acción Nacional.

También están presentes los documentos rectores de la campaña del 97, cuando el Distrito Federal pudo elegir por primera vez a su Jefe de Gobierno; por supuesto está en este tomo reunido el programa que presentó y siguió como Presidente Nacional del Partido, un texto que denota cómo la claridad de metas y de rumbos, así como la certeza de pasos a dar, llevaron a Acción Nacional a una de sus épocas de mayores triunfos, a la antesala a lo que vendría después, la victoria electoral, y la primera Presidencia de la República.

Carlos pensó a fondo la doctrina de Acción Nacional, no sólo se esforzó por conocerla de la pluma de Gómez Morín, González Luna o de los pensadores europeos como Ricoeur, Mounier o Maritain, sino que además construyó respuestas propias originales para los problemas de su tiempo, distintos a los que enfrentaron nuestros fundadores, pero que debían de igual manera ser abordados desde los principios rectores del humanismo trascendente.

Los principales textos con los que Castillo Peraza dio respuesta a estos nuevos retos se encuentran en el volumen tres de esta colección; Doctrina e Ideología, que reúne diversas publicaciones en la Revista Palabra y en otras más, así como ponencias y conferencias en las que la mujer, el partido, los jóvenes, la militancia la comunicación, los legisladores del PAN o el papel de Acción Nacional de cara al nuevo siglo son tratados con agudeza, sin miramientos, sin eludir tema alguno.

Todo ello con el objetivo de que el PAN, desde la política siguiera teniendo un papel de primera fila en la transición mexicana, porque la política para Carlos debía asumirse con altura de miras, con la vista puesta en el futuro, pero los pies bien anclados en el presente.

A diez años de su partida, Carlos sigue dándonos lecciones, su legado dista mucho de estar únicamente en los textos que nos dejó como herencia, su palabras sigue planteándonos retos tanto al interior del partido, como al país entero.

En esta colección, que presentaremos, Carlos nos plantea desafíos, que sólo podrán cumplirse si tenemos claridad respecto a nuestra identidad, propuestas y propósitos como partido. Uno de estos desafíos es poner en práctica una política integral que genere beneficios duraderos para todos los mexicanos.

Justo aquí, donde concurren en el pensamiento de Carlos, la política, el periodismo y la filosofía, conviene preguntarnos ¿Cuál es la siguiente victoria cultural que debe generar el PAN?

En el siglo pasado, logramos ampliar la centralidad de la política, en la que el ciudadano podía por fin ejercer su derecho al voto y optar por un partido distinto al que el régimen apelaba. Esta ampliación de libertades facilitó la consolidación de un sistema de competencia entre partidos que propició la llegada de nuestros primeros gobernadores y, en el año 2000, de nuestro primer Presidente de la República.

Carlos entendió que aún en las horas aciagas en las que la democracia parecía una utopía y la presidencia imperial parecía indomable, existía la necesidad de ponernos en pie y poner los cimientos del humanismo institucional, de hacer la mezcla perfecta entre la doctrina y la acción; entre la palabra y los hechos que transforman realidades.

Si bajo el mando de Christlieb, Vicencio Tovar, Luis H. Álvarez, Castillo Peraza y muchos más alcanzamos la victoria cultural anclada en la fuerza transformadora del PAN como oposición, diez años después de su partida y diez años después de la victoria electoral del año 2000, veo con claridad que nuestra siguiente victoria cultural será la de acreditar en los hechos la fuerza transformadora del humanismo desde el gobierno.

En otras palabras, si ya logramos acreditar a la democracia como el único camino legítimo y posible para la alternancia y la transición, ahora toca acreditarla como la única vía posible para la generación de bienes comunes que toquen y transformen la dolorosa realidad en la que todavía viven millones de mexicanos.

Diez años de buenos gobiernos han trasformado al país, lo hemos sostenido ya con datos y cifras que evidencian la eficacia de los dos gobiernos emanados del PAN.

Hemos demostrado como quería Gómez Morín, que no sólo es posible hacer el bien, sino sobre todo, que es posible hacer bien el bien.

Todos los días, nuestro gobierno busca la conjugación del ideal que postulaba la escuela tacitista del Siglo de Oro Español, la recta ratio halibilium y la recta ratio factibilium, el bien hacer y el bien obrar.

Hacer el bien, pero más que eso, hacer bien el bien, traspasar las fronteras del pensamiento y llevar al ideal esa práctica.

Al hacerlo no sólo construimos la nueva victoria cultural, la del humanismo hecho realidad, a través de un gobierno transformador, sino que también construimos nuevas victorias electorales.

Al ganar la elección presidencial de 2012 evitaremos la regresión autoritaria que pretende devolver al país a las épocas del patrimonialismo en el ejercicio del poder; así cerraremos el círculo y consolidaremos la que fuera nuestra primera victoria cultural, la que construyó Carlos y la que pudo ver en vida.

Para construir una nueva victoria cultural tenemos que hacerlo con el realismo al que nos llamaba Gómez Morín, que no haya ilusos para que no haya desilusionados.

Porque como decía Carlos, la tarea no es sencilla ni cómoda, es la antigua y difícil labor de hacer al mundo y a la vida en común más humanos, es lograr aproximar ética y política, la cual nos recordaba Castillo Peraza, no es para fatalistas ni para deterministas ni para ángeles, es para hombres que en cada opción personal o comunitaria asumen la realidad en su entorno y la responsabilidad y el riesgo de hacer todo el bien y evitar todo el mal que puedan.

Amigas y Amigos:

A cada paso que damos todos los días encontramos algo del legado de Carlos Castillo.

Si lo pensamos como filósofo, seguro lo veremos escribiendo afanosamente algún artículo o ensayo en la oficina de la vieja sede del CEN en Ángel Urraza.

Si lo recordamos como periodista, veremos su reflejo en cada columna que incite al cambio, lo que transpire un poco del espíritu que siempre lo impulsó a pensar la política.

Y, sin lugar a dudas, si lo pensamos como político, sólo bastará vernos a los ojos y reconocer que generacionalmente compartimos la impronta humanista que Carlos ha dejado en el alma del partido. Ya sea desde una candidatura, desde la dirigencia o desde el trabajo en el servicio público no podremos jamás cuantificar la herencia política que nos dejo Carlos. Si acaso, podremos sentirla y podremos expresarla.

En “Apuesta por el mañana”, Carlos Castillo recordaba que: Son aquellos momentos en los que tomamos las decisiones que nos comprometen, en los que somos capaces de hacer historia.

A 10 años que Carlos se nos adelantara en el camino, solo puedo agregar, con gratitud, que frente a mí tuve, como muchos de nosotros, a un hombre para el cual el compromiso con su fe, con la verdad y el bien común se convirtió en huella y tradición, en luz y en futuro.

Termino, amigas y amigos, con un poema que él mismo retomara en uno de sus artículos que nos invita a encontrar a diez años de su partida, consuelo en la fe que Carlos profesaba:

“De la vida pasar a la muerte:
Ésta es la evidencia;
A través de la muerte pasar a la vida:
Éste es el misterio…”

Carlos gracias, muchas gracias por todo. Siempre gracias.



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