Hace unos días, Monseñor José Guadalupe Martín Rábago, Arzobispo de León, tuvo un par de pronunciamientos que resultan vitales para comentar con mis adoradas lectoras y amables lectores. Del primer planteamiento, nos ocupamos en colaboración anterior. Sin embargo, abordó como parte de su agenda social, uno de los temas tabú que siguen teniendo vigencia: la libertad religiosa.
Es probable que alguien me recrimine y me cuestione calificándome de ignorante al no tomar en cuenta las reformas realizadas por el presidente Carlos Salinas a instancias de don Jerónimo Prigione, ex Nuncio Apostólico en México. Aquí, estimo, se encuentra la primera gran diferenciación en el tema, porque un concepto es la "libertad religiosa" y otro distinto, es un "marco jurídico" que reconozca, en cierto grado y bastante acotada, la personalidad legal de la Iglesia católica en particular.
Soplando el jocoque
Es indudable la presencia política, la fortaleza social, la capacidad de convocatoria y el liderazgo comunitario de la Iglesia Católica como institución. Desde luego que la Iglesia posee también una influencia política. Es una verdad de Perogrullo, porque como institución humana se encuentra en todos los actos humanos, y como Institución divina, tiene la responsabilidad de orientar a sus fieles, le guste o no, al club de fanáticos intolerantes de "come curas al mojo de ajo".
Para aterrizar un poco los conceptos. ¿En México hubo libertad religiosa hasta antes de las reformas al 130 Constitucional? La respuesta es: No. ¿Se vivió un clima de tolerancia, de "me hago de la vista gorda" en el sacrosanto nombre del "Estado laico"?, la respuesta es afirmativa.
Dicho de otra forma, un asunto es la "libertad religiosa" y otro, un gobierno permisivo que "tolera" la libertad de culto. Ambos temas, distantes. La aseveración de que en México, al igual que en China, no existe la libertad religiosa, es ilustrada por dos botones de muestra: uno, lo hemos reiterado en este mismo espacio, intente usted ponerle un nombre religioso a alguna escuela pública.
O bien, si yo, como padre de familia responsable, quiero educar a mis hijos en los valores del Islam, del budismo zen, o en alguna creencia astral, ¿por qué el Estado no facilita a los padres de familia, primeros responsables en el tema educación de los niños y niñas, esta posibilidad, sin poner objeciones, candados, fetiches y/o piedritas y trampitas "legaloides" para impedirlo? ¿No que somos plurales y que hay que demandar tolerancia al derecho humano de tener mis propias creencias o no tenerlas?
Por lo mismo, Martín Rábago se pronunció en una reforma legislativa, para que los ministros de culto religioso, léase, no solamente los católicos, sino todos los ministros de las distintas religiones, puedan tener una verdadera libertad religiosa.
Perverso y gelatinoso
Ese es el nombre del juego en este país. Nos asombramos de que en China la iglesia oficialista se enfrente a la Iglesia Católica, con toda la fuerza ilegal e irrespetuosa del gobierno de Beijing, pero cerramos los ojos ante la realidad nacional.
Algunos líderes de partidos políticos, tienen "Carte Blanch" para denostar, desprestigiar, atacar y pitorrearse de la fe, de la Iglesia, de los templos, de los curas y de nuestras peregrinaciones, pidiendo, instruyendo y "ordenando" a la Iglesia que se calle, por ser "políticamente incorrecto", por faltarle el respeto al fetiche del Estado Laico y porque los ministros deben estar permanentemente temerosos de ser sancionados.
Eso es perverso, aquí y en China.
¿Curas al poder?
Francamente, no lo necesitan, porque la misma normatividad de la Iglesia les permite carecer de aspiraciones políticas, además de que, como el Reino de Dios "no es de este mundo", sino que está "sobre este mundo", aleja las tentaciones del poder.
Es probable que alguna de mis bellísimas lectoras y caballerosos lectores me argumente que ahí están los casos de Ernesto Cardenal o de Fernando Lugo. En efecto. Pero es necesario establecer que ambos colgaron la sotana, para dedicarse a la política.
Mordaza a la Iglesia Católica
Eso es lo que quisieran en el club de fanáticos de la intolerancia y la estupidez, que con frecuencia "olvidan" que los religiosos, aunque no aspiren a cargos políticos, tienen el total derecho a la libertad de expresarse y manifestar su acuerdo o desacuerdo. El debate será otro tema cuando haya leyes, situaciones o circunstancias que atentan contra el Evangelio y contra la misma institución.
Por si las "flies"
Perdonando el anglicismo, pero si a alguien le quedara algún resquicio de duda, incertidumbre o asombro, don José Guadalupe Martín Rábago señaló con precisión matemática:
"No queremos el poder político, no buscamos eso, no estamos en la línea de conseguir puestos políticos, lo nuestro es la libertad para predicar el Evangelio, eso es lo único que queremos, poder tener la libertad para que el Evangelio, que no solamente habla del cielo, sino también de las cosas temporales pueda ser predicado y pueda ser escuchado por aquéllos que pertenecen a nuestra iglesia y desean escucharnos también".
Ya me imagino la expresión de Beto Moreira, de Manuelito Bartlett, de don Marcelino Ebrard, del jefe Víctor Hugo Círigo o de Alejandro Encinas, que, al concluir la lectura de nuestra colaboración, dándole una bocanada a su cigarrillo dirían: "Sí, pero no. O sea... ¿no?".
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